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lunes, 28 febrero 2022 06:52 PM

LAS PIEDRAS DE LA IRA

 

La Procuraduría General de la Nación realiza actuaciones de intervención positiva frente a la problemática social en que se ven envueltas las empresas mineras y los guaqueros en el occidente de Boyacá, por las áreas de explotación que hoy hacen parte de las concesiones mineras sobre las que un grupo de guaqueros reclama derechos.

Muzo, Boyacá, 28 de febrero de 2022(@PGN_COL). Luego de subir unos 30 kilómetros desde Chiquinquirá por una carretera sinuosa, llegamos al El Otro Mundo, un mirador desde el que se divisa un valle profundo que avanza hacia el occidente. A lo lejos los cerros de Fura y Tena, nombrados así en honor a los amantes de la leyenda Muisca, separados a causa de una traición. Entre las dos montañas pasa el río Minero, que recorre toda la zona arrancándole a esas peñas las esmeraldas que, según la leyenda, eran las lágrimas de Fura al ver morir a Tena.    

Desde allí comienza una parte de Boyacá que no se parece en nada al idílico y turístico departamento que todos conocemos; su historia está marcada por la ambición, la riqueza, la miseria y una guerra que dejó más de 35.000 muertos antes de terminar, en 1991, con un acuerdo de paz que hoy debe ser cuidado a pesar de que las cosas han cambiado para bien.  

En el alto se encuentra el monumento a la virgen del Topo, patrona de los mineros.  

Continuamos el recorrido en cabeza de Alexander Guevara, procurador Regional de Boyacá, que hoy se dirige con su equipo para verificar cómo evoluciona la situación de los guaqueros; un remolino indeterminado de hombres y mujeres, la mayoría jóvenes y otros mayores, que llegan de todos lados, imbuidos por la fiebre del oro verde.

Muchos son colombianos desplazados por la violencia; otros hacen parte del éxodo venezolano que camina por el país buscando sobrevivir un día más y el resto son hijos de los municipios de Muzo, Quípama, Maripi, San Pablo de Borbur y Pauna, que dicen no saber ni quieren hacer otra cosa en la vida que romper montaña o arañar tierra sobre las aguas del río, en busca de ese embrujo verde que los hace soñar con riquezas y excentricidades si algún día llegaran a ‘enguacarse’.   

Madrigueras de topo

La primera parada es en la plaza del Chácaro, jurisdicción de San Pablo de Borbur, a las puertas de la mina de Coscuez, una de las más grandes y productivas de la zona, por cuyas gemas se enfrentaron a sangre y fuego los antiguos esmeralderos durante la guerra y que actualmente explota una compañía multinacional.  

En ese espacio, enmarcado por casetas en teja de zinc y piso de tierra, suelen encontrarse compradores y guaqueros. El movimiento es frenético, los mineros llegan en motos con el tizne del socavón en la cara y el producto de su búsqueda en las manos para venderlo ahí, a la salida de la mina.   

La peña donde trabajan parece un queso gruyer, con huecos a diferentes alturas y tamaños, que han abierto a punta de pica, pala, explosivos caseros y hasta uno que otro taladro neumático que cargan al hombro.  

Nadie entiende muy bien cómo suben o como bajan. Se adentran en los túneles de uno en uno, con la linterna amarrada al casco, la pica al cinto y el aire que quepa en sus pulmones para romper piedra hasta que la veta pinte. Cada media hora sale uno y entra el otro hasta encontrar algo. Se asocian, se reparten las ganancias y en ocasiones hasta celebran y beben juntos.  

Estas montañas antes eran de sus ‘patrones´, quienes los dejaban excavar como única contraprestación por sus servicios; ahora son de las Empresas titulares de los derechos mineros. Desde entonces, su labor pasó de informal a ser vista fuera del ordenamiento jurídico, pues esos terrenos y su explotación hacen parte de los derechos adquiridos por las empresas, cobijadas por todas las garantías del Estado, como dueño del subsuelo y único administrador legal de las concesiones mineras.

Los guaqueros que quedaron en esta situación, tienen expectativas de ser acogidos por las empresas mineras en procesos de reconocimiento de su actividad tradicional.    

“Aquí la gente vive por fe, porque aquí nadie viene a ayudarnos, ¿qué vamos a hacer ocho mil personas si nos toca irnos?, nos va a pasar lo mismo que a los venezolanos pero nuestra propia tierra”, le cuenta Johan Castillo al equipo de la Procuraduría.  

Johan es un guaquero, hijo de guaquero, que ha pasado media vida metido en los socavones y se resiste a comprender que esas tierras, que antes sentían tan suyas por ser de la región, en realidad nunca lo fueron.  

“A la Procuraduría quiero pedirle que nos haga legales, porque mientras no podamos trabajar a la luz va a ser difícil sobrevivir, tenemos que huirle a la empresa para que no nos cierre las bocaminas cuando se da cuenta de que pueden ser productivas”, asegura.  

Él es hijo de José Castillo, uno de los guaqueros que lidera el grupo que se resiste y que en octubre de 2021 protagonizó la toma a las vías de acceso a las instalaciones de la empresa, que duró al menos 15 días y estuvo a punto de terminar en violencia cuando se anunció la intervención del Escuadrón Móvil Antidisturbios.  

Solo la propuesta de sentarse a dialogar, hecha por la Procuraduría en cabeza del Ministerio Público, hizo que las aguas se calmaran y desde entonces se buscan soluciones entre el Gobierno, las empresas y los líderes, para que estos mineros tengan oportunidades de estudio, trabajo formal, cobertura en salud y posibilidades de desarrollar proyectos productivos.  

Pero las soluciones parecen enterradas, pues esa obsesión por enguacarse, que dispara la adrenalina en los cuerpos y la codicia en los espíritus, hace que cualquier propuesta sea irrisoria frente al sueño verde.

“A la gente no le gusta el trabajo formal porque la ilusión de encontrarse una piedra de cierto valor hace que cualquier esfuerzo se pierda. La transición ha sido muy difícil”, cuenta Jefersson Rodríguez, vocero de la fundación Muzo.

Salimos del Chácaro cayendo la tarde, tras la hojarasca de compradores que arrancan en sus camionetas 4x4 de lujo y quienes finalmente sacarán el mayor provecho en los mercados de las grandes capitales a estas piedras, que duelen tanto.  

De vuelta a la tierra

Nuestro siguiente destino es la zona denominada la quebrada, límite entre los municipios de Muzo y Quípama, donde otro grupo de guaqueros se aferra a la ilusión de ver llegar las voladoras, como llaman a las volquetas que vienen de las grandes minas y descargan en las orillas la tierra que sobra de la excavación. El anhelado cargamento cae en alud, como cuando se rompe una piñata y todos se abalanzan sin misericordia para obtener la mejor parte.   

Los guaqueros viejos, que representan una gran parte de este grupo, las mujeres y los niños que están allí esperando a sus padres, suelen llevar la peor parte.

Esto ha ocurrido históricamente sin más control que la mimas organización que se da dentro de la comunidad y con todos los riesgos ambientales que esta puede generar.

Pero hace un tiempo las voladoras no volvieron a llegar. Como responsables ante la autoridad ambiental del proceso de disposición final de estos residuos, las nuevas empresas decidieron no seguirlas entregando a la comunidad y esto generó otra explosión social con protestas y bloqueos.  

Este tema también fue puesto sobre la mesa de negociación del pasado 20 de noviembre de 2020 y en este sentido, el Ministerio de Minas y Energía se comprometió a trabajar en un proyecto de ley sobre reglamentación del manejo de estériles y la repercusión que esto tendría en los planes de manejo ambiental, de cuyo trámite está pendiente la Procuraduría.  

Pero hoy, en los playones escarpados del río Minero no hay guaquería, la gente llega por decenas, intrigados con la noticia de una reunión en la que se anunciará el regreso de las voladoras. Se juntan en grupos de viejos amigos y socios. Los locales miran con recelo a los que han llegado de otros lugares, consideran que ellos son los responsables de que se haya dañado el negocio.

El alcalde toma la palabra y tras los saludos protocolarios presenta al procurador Guevara, quien no duda en empezar su intervención abogando por el respeto a los derechos de aquellos mineros de la tercera edad, cuyas necesidades especiales deben ser prioridad y por los niños, para que se tenga en cuenta su condición vulnerable y los riesgos que corren al permanecer en ese lugar.  

Lo acompaña Andrea Yunis, Procuradora Provincial de Chiquinquirá, responsable de la zona por jurisdicción, y quien ha insistido en que se respete y cuide a la mujer guaquera desde que comenzaron los resquemores entre unos y otros.

Es un hecho, las voladoras regresan temporalmente por cuenta de los acuerdos logrados en la mesa, mientras se definen las políticas ambientales que garantizarán la disposición adecuada de estos materiales, sin que ello implique dejar por fuera a los mineros artesanales, pero esta vez con ciertas condiciones, como estar debidamente registrados para recibir el material, respetar los turnos y hacer filas prioritarias para mujeres y adultos mayores.

No todos están contentos porque esta es una labor solitaria, desconfiada y de pocos escrúpulos, en la que el pellejo se juega a diario y el que se encuentra una esmeralda puede pasar a mejor vida, vivo o muerto.

Sin embargo, no todo es desgracia, parte del proceso de responsabilidad social de una de las empresas demuestra que no todo está perdido. En un espacio digno, se entrega el almuerzo diario a 300 guaqueros adultos mayores, para muchos su única oportunidad de alimentarse en el día. Esto, además de los esfuerzos por generar cerca de 1000 empleos y capacitar en los procesos de reconversión en los que se promueven las actividades agropecuarias como alternativa viable para los mineros de subsistencia.

“Ahora vivimos de lo que nos dan por ser de la tercera edad y de un almuerzo que nos ofrece la empresa, una comida muy buena…  yo vengo a guaquear para no perder la costumbre, pero ya no sacamos casi nada”, relata Hernando, uno de los guaqueros mayores que asistió a la reunión.

 El Ministerio Público ha encaminado sus gestiones para encontrar la mejor manera de garantizar los derechos al trabajo, la propiedad, la seguridad jurídica y la subsistencia de guaqueros y empresarios en armónica coexistencia, para evitar de paso que se desaten conflictos en una región marcada por la violencia, pero cuyo proceso de paz ha sido un ejemplo para el país.
 

GER/cc | Fecha Publicación: lunes, 28 febrero 2022 06:52 PM

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